José Alfaro, a la
izquierda, y Manuel Peña-Morros recorrieron el camino
de acceso a la
reserva natural de Los Dínamos, cerca de Ciudad de México,
una ruta
popular en una ciudad con una creciente comunidad ciclista.
Por: Nathaniel Parish Flannery
Para
los amantes de la bicicleta en Ciudad de México, el camino montañoso
que serpentea entre el cañón del Parque Nacional Los Dínamos, en la
periferia de la ciudad, es un rito de iniciación. Cualquiera
que llegue a la cima puede despedirse del término “novato” y emergir
curtido, un ciclista. Los visitantes pedalean la pendiente uniforme
desde el Centro Histórico llano en el lecho del valle hasta la alejada
alcaldía de Magdalena Contreras.
El
comienzo del camino que lleva a Los Dínamos es donde la expansión del
concreto gris y blanco de la periferia urbana se detiene y comienza la
maraña verde de más de 2429 hectáreas de árboles y terreno montañoso. La
transición es evidente y el contraste es impresionante. Los Dínamos es
un parque urbano notablemente escarpado. Y como otras reservas naturales
cercanas, se está volviendo cada vez más accesible, gracias a una red
de nuevos senderos protegidos para bicicletas y una ciclovía temporal en
la avenida de los Insurgentes, una de las vías más transitadas de
Ciudad de México, la cual atraviesa varios municipios.
No obstante, José Alfaro, de 36 años, uno de los propietarios de
Distrito Fijo Club de Ciclismo en la ciudad y uno de tres ciclistas
locales que me acompañaron en el recorrido matutino de un sábado
reciente desde el Centro Histórico de Ciudad de México hasta la cima de
Los Dínamos, advierte a los posibles visitantes que “no es la ruta más
larga o la de mayor altitud, pero es una de las más difíciles”.
Tan solo unos minutos después de comenzar la rodada, perdí de vista a Alfaro y a los otros dos ciclistas en nuestro grupo. Estreché
las manos alrededor de la parte superior del manubrio, me incliné hacia
adelante y pedaleé con más fuerza. El sudor y la humedad del aire se
condensaron en mis gafas de sol, pero podía ver cómo el angosto camino
fue labrado del lado de la montaña. Hay
un acantilado irregular del lado izquierdo y una caída casi totalmente
vertical, de cientos de metros, a la derecha. Los frondosos árboles
caducifolios se aferran al acantilado, forman arcos sobre el camino y
proporcionan algo de sombra.
El paisaje es
escarpado, pero se puede recorrer en una sola dirección: hacia arriba.
Es de apenas siete kilómetros, pero tiene un grado de inclinación
promedio del siete por ciento, así como secciones brutales que superan
el 22 por ciento (en comparación, Harlem Hill en Central Park tiene un
grado promedio de alrededor del 4,4 por ciento, según el Club de
Ciclismo de Nueva York).
A medida que
el camino serpentea hacia arriba, breves espacios entre los árboles
permiten otear las vistas espectaculares. Las paredes del cañón, que se
extienden a más de 3000 metros sobre el nivel del mar, silencian los
sonidos del tráfico en las calles de la parte inferior.
Es
una experiencia única contar con un terreno silvestre a menos de 30
kilómetros del centro de la ciudad, pero no pude evitar preocuparme por
mi propia seguridad. Me enteré de que hace un año a un hombre en una
bicicleta de montaña le dispararon y lo asaltaron en la ciclovía abajo
del parque. Hace unos meses, la policía encontró un cuerpo en el bosque
ubicado abajo, un asesinato posiblemente relacionado con el crimen
organizado.
Los ciclistas que ruedan
por Ciudad de México saben que la metrópolis es un monstruo. La ciudad
más grande en América del Norte es famosa por su extensión, su
contaminación y las marañas de autos a baja velocidad que causan
embotellamientos en sus principales arterias durante prolongadas horas
pico. Sin embargo, visitantes y lugareños por igual podrían además
sorprenderse al saber que la ciudad es reconocida por la comunidad
global de ciclistas aficionados como un destino para hacer recorridos de
clase mundial.
La elevación promedio
de Ciudad de México es de 2242 metros sobre el nivel del mar, y la
cumbre más alta en la cordillera —el volcán Popocatépetl— que corona el
valle tiene una altitud de 5426 metros. Ciudad de México no solo se
ubica a una mayor altitud que Denver, sino que las montañas más altas en
su periferia se elevan por encima de los picos más altos de Colorado.
No
obstante, para quienes se transportan al trabajo en bicicleta, Ciudad
de México es en su mayoría plana. El mayor desafío es el tráfico. A
medida que nuevas ciclopistas se han instalado en áreas de intenso
movimiento, en los últimos años se ha vuelto más fácil que los
residentes se muevan por la ciudad. Existe un popular programa de
bicicletas compartidas y cada domingo algunas calles se cierran al
tránsito vehicular durante varias horas para que los ciclistas las
recorran.
Aun así, tomar rutas más largas y más desafiantes requiere aprender una
gran cantidad sobre la geografía de Ciudad de México —tiene una
superficie 18 por ciento más grande que la de la ciudad de Nueva York— y
qué vecindarios se deben evitar.
La mayoría de
los ciclistas dedicados se adhieren a rutas conocidas y van a través de
los parques nacionales y a lo largo de autopistas anchas. En
nuestro viaje a las montañas desde las modernas torres corporativas en
el distrito comercial del centro a lo largo de la Avenida Reforma, vimos
el contraste extremo que define la brecha de ingresos de la región. En
el carril de bicicleta que conduce hacia Los Dínamos hay un puente desde
el cual los visitantes pueden ver los techos de tejas rojas de las
viviendas de clase media alta en un lado, y los refugios improvisados
hechos con trozos de madera y plástico en el otro.
En
parte debido a las preocupaciones sobre la seguridad, el ciclismo en
ciudad de México es un deporte altamente social, organizado en clubes y
equipos. En las montañas, los
ciclistas se ofrecen saludos rápidos o platican casualmente sobre el
clima o las próximas carreras. Pocas personas intercambian nombres o
comparten detalles personales como en qué vecindario viven o en qué
trabajan. Los altos niveles de delincuencia y el débil estado de derecho
han llevado a bajos niveles de confianza en la sociedad.
Manuel Peña-Morros, otro de los ciclistas que se unieron a mí para el
recorrido a Los Dínamos, es un consumado competidor aficionado y
embajador local de la carrera anual de varios días llamada Haute Route
en Valle de Bravo, un destino vacacional al oeste de Ciudad de México.
Él dijo: “Los clubes de ciclismo aquí sirven para enseñarles rutas
seguras a los ciclistas nuevos”.
Diversas tiendas
de ciclismo organizan rodadas grupales temprano por la mañana durante
la semana y excursiones más largas durante el fin de semana. Estas
tiendas combinan la venta minorista de bicicletas y la reparación con
opciones para refrescarse al ofrecer comida, bebidas frías y calientes, o
a veces incluso vestidores y duchas, en el caso de Giro Central.
Equipos
más grandes de ciclistas, como CCC Pro, Resistencia, Los Guadalupanos y
Grupo Guepardos, se reúnen para realizar estrictos paseos de
entrenamiento en desafiantes caminos de montaña dentro de la ciudad y en
las colinas que la rodean. Otros
grupos organizan carreras más pequeñas y rápidas en la superficie lisa
de la pista de carreras de Fórmula Uno de la ciudad y competencias
informales de escalada en la cima del Ajusco, Paso de Cortés, La Loma y
otras cumbres.
Durante todo el año,
la ciudad alberga decenas de carreras a gran escala para aficionados que
atraen a miles de ciclistas. En el Gran Fondo Ciudad de México, 2372
ciclistas terminaron rutas que van desde 35 kilómetros a 120 kilómetros a
lo largo de un circuito continuo de carreteras libres de tráfico que se
cerró temporalmente a los automóviles. En
2019, los organizadores del Tour de France realizaron una carrera para
aficionados en Ciudad de México y otra en las montañas del área
metropolitana. Dicen que la participación en dichas carreras está
creciendo.
No obstante, este año, la comunidad ciclista ha sido afectada debido a que México lucha contra la propagación del coronavirus.
Los amantes de la bicicleta en la ciudad se han adaptado a pedalear en
bicicletas fijas o a aventurarse a rodar solos o en grupos pequeños con
amigos íntimos. Las grandes carreras y la mayoría de las rodadas
grupales organizadas han sido canceladas. La
jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, ha respondido a
la crisis al expandir los planes existentes para construir nuevos
carriles para ciclistas. El objetivo es hacer la ciudad más amigable con
los ciclistas en un momento en el que muchos residentes tienen temor de
usar el transporte público.
Andrés
Lajous, el secretario de Movilidad de la ciudad, dijo que la urbe está
trabajando en duplicar la capacidad de carriles ciclistas para tener un
total de 600 kilómetros de ciclovías en funcionamiento para 2024.
“Nuestra meta es construir carriles de bicicletas no solo en el centro,
sino también en la periferia”, dijo. Alejandro
Díaz, gerente del café Giro Central y otro de los ciclistas que me
acompañaron en la rodada a Los Dínamos, dijo: “Han agregado muchas vías
para ciclismo. Es grandioso”. Sin embargo, añadió, todavía faltan más.
Después de
llegar a una parada a 3048 metros sobre el nivel del mar en la cima de
Los Dínamos, platiqué con Alfaro, Peña-Morros y Díaz. Nos asomamos al
borde del acantilado a través de una ligera neblina entre altos árboles.
El suelo del valle estaba casi 900 metros por debajo de nosotros.
Estuvieron
de acuerdo en que los nuevos carriles para ciclistas han mejorado
ampliamente la experiencia de atravesar la ciudad. Además de piernas
fuertes y una gran habilidad para manejar la bicicleta, rodar entre los
autos en las calles saturadas de Ciudad de México requiere una inmensa y
exhaustiva concentración. Los carriles protegidos para ciclistas
permiten a los amantes de las bicicletas ignorar los zumbidos y
chirridos impacientes emitidos por los motores de los vehículos que
pasan. Pedalear de manera segura por la avenida de los Insurgentes es
ahora un paseo urbano profundamente disfrutable. La distancia es la
misma, pero los nuevos carriles ciclistas hacen que el recorrido sea
menos agotador mentalmente.
Le pregunté a Díaz si los nuevos carriles para bicicletas habían hecho más fácil llegar a la cima de la montaña. Él se rio. “Creo
que los carriles para bicicletas ayudarán a que más personas lleguen
allá, pero para nada hacen más fácil el ascenso”, dijo.
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