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No
falta contenido de Lionel Messi en internet. El futbolista
superestrella de 31 años es una de los términos más buscados en Google,
según encuestas; es uno de los pocos seres humanos en tener un lugar
entre palabras clave perenes como “Facebook”, “clima” y “porno gratis”.
De acuerdo con un cálculo, realizado en 2015, de las personas más
buscadas en Google en cada nación del planeta, Messi empató con Kim
Kardashian con la mayor cantidad de números uno, pues tiene un alcance
mundial que se extiende desde su natal Argentina hasta Haití,
Turkmenistán, Senegal y otros veintidós países.
Messi
también es una de las estrellas de videos virales más preeminentes del
mundo. Una infinidad de videos documentan la “magia de Messi”, un estilo
de juego de una genialidad casi indecorosa. En las redes sociales, los
usuarios comparten videos de pases que Messi escurre por espacios
improbables, disparos en tirabuzón que superan a arqueros en su máxima
extensión, dribles a toda velocidad para eludir defensas como una liebre
que se pasea por hileras de perezosos.
Si
escribes “Messi” en un campo de búsqueda de YouTube, encontrarás
cientos de compilaciones de las mejores jugadas con títulos
grandilocuentes: “Lionel Messi ve cosas que ni siquiera hemos considerado”, “Lionel Messi: un dios entre los hombres”, “Lionel Messi: extraterrestre”. El
fútbol parecería lo opuesto de la cultura de las mejores jugadas. Sin
embargo, los videos virales están alterando nuestra percepción de su
historia.
Así
que no causó mucha sorpresa que, el 17 de marzo, el internet quedara
cautivado por un gol de Messi. Cayó en el minuto 85 de una victoria de
4-1 a favor del FC Barcelona sobre el Real Betis, equipo con sede en
Sevilla. Messi tomó el balón a unos veinte metros de la meta del Betis,
dio un pase a su compañero de equipo Ivan Rakitić y voló hacia adelante
para que le regresara el pase. El gol que vino a continuación fue
confeccionado con tanta facilidad, con tal subestimación, que en el momento fue difícil de procesar.
Messi pateó el balón de lleno, pero con una delicadeza impactante, para
picarlo de tal forma que hizo una curva que cruzó el área con
elegancia. La bola se alejó del alcance del arquero, Pau López, raspó la
parte inferior del travesaño y cayó dentro del arco. Messi realizó su
disparo desde una posición diagonal a más de dieciocho metros de
distancia, pero no fue el tiro punzante que por lo general se requiere
para marcar desde ese sitio. La trayectoria del balón fue lánguida y de
ensueño, como una gaviota que planea en la brisa marina.
Messi
ya había anotado dos veces en el partido. No obstante, la belleza y la
insolencia de este gol —según algunas cuentas, el número 656 de la
carrera profesional de Messi— les quedaron claras a todos. Los
aficionados del Betis se pusieron de pie para aplaudir a su torturador.
Los comentaristas se volcaron con metáforas celestiales. En ESPN.com el
periodista Musa Okwonga escribió que “el balón, con la certeza gloriosa
de nuestro sol y su lenta agonía, subió y cayó”. Las exultaciones más
descabelladas vinieron del operístico comentarista de la televisión
inglesa Ray Hudson, quien dio rienda suelta a un torrente de metáforas
mezcladas. “¡El genio asombroso de Lionel Messi!”, gritó, durante una
transmisión en vivo en la red beIN SPORTS. “¡Este futbolista milagroso,
este halo de futbolista!… Tiene que resolver una ecuación algebraica en
el abrir y cerrar de los ojos de un bebé, ¡y lo hace de una manera
simplemente poética!”.
Hudson
dio en el clavo al mencionar el álgebra y la poesía. La grandeza de
Messi yace tanto en su mente como en su cuerpo. Al ver las repeticiones
del gol, lo maravilloso gira, sobre todo, en torno a la audacia de la
idea que tuvo Messi. ¿Una picadita? ¿Desde esa distancia, con ese
ángulo, en ese momento frenético de una jugada a campo abierto? Es una
locura, la fantasía de un loco que florece, con cada repetición en
cámara lenta, para convertirse en un hecho asombroso. Messi vio algo que
ni siquiera habíamos considerado.
Ese
video viral es testimonio del talento sobrenatural de Messi. También es
un recordatorio de que los videos en línea están cambiando la manera en
que consumimos y conceptualizamos los deportes. Hace
décadas, la cultura de “las mejores jugadas” ya estaba transformando
los pasatiempos en Estados Unidos. El declive del béisbol pausado, la
predominancia de la estrambótica NBA, los cambios en las reglas que han
producido una explosión ofensiva en la NFL… Estos acontecimientos
recibieron impulso, en gran medida, del ascenso de SportsCenter de ESPN y
la primacía de los videos. Sin embargo, en los viejos tiempos solo se
apartaba un momento para ver esos paquetes de las mejores jugadas, pues
solo estaban disponibles en transmisiones nocturnas. En la actualidad,
las mejores jugadas se propagan por toda la red en segundos, mutan en
memes y convierten a los atletas estrellas en marcas visuales.
No
hay que ser purista para preguntarse cómo ese ecosistema de medios está
afectando nuestra tolerancia hacia los ritmos naturales y capítulos
farragosos de los deportes, esos largos periodos de juego con las “no
tan mejores jugadas” que solo se interrumpen ocasionalmente por momentos
llenos de emoción.
El
fútbol es un juego sutil; en general, es difícil que haya goles. Parece
ser uno de los deportes más importantes del mundo que más se opone a la
cultura de las mejores jugadas (a pesar de todos esos momentos mágicos
de Messi, la esencia de su grandeza podría recaer en maniobras no
telegénicas sin la pelota, los movimientos cautelosos que la posicionan
en lugares donde puede hacer erupción). No
obstante, los videos virales están alterando nuestra visión de la
historia del fútbol. Los aficionados de la actualidad comparan videos
mientras debaten sin fin sobre el estatus del “más grande de todos los
tiempos” entre Messi y su archirrival, el delantero portugués Cristiano
Ronaldo.
Los
mejores jugadores de todos los tiempos de épocas anteriores —como Pelé,
Cruyff y Maradona— se desvanecen al fondo: tuvieron la mala fortuna de
jugar en un momento en el que no quedaban registradas en video todas las
hazañas de los futbolistas. Si las hazañas de un jugador no están en
YouTube, queda expuesto a perder su lugar en la historiografía.
Sin
embargo, para el aficionado al fútbol del siglo XXI el video en línea
es una bendición: la única manera concebible de seguirle el paso al
máximo deporte a nivel mundial. Con un teléfono celular y una fuente de
redes sociales bien organizada, ahora es posible seguir partidos
grandiosos en cinco continentes distintos, casi todos los días, en
tiempo real.
En
cuanto a Messi: hay pocas otras maneras más agradables de matar un par
de horas que entrecerrar los ojos para ver una pantalla de cristal
líquido y luego abrirlos por completo ante títulos como “Lionel Messi humilla a jugadores dos o más veces en la misma jugada”.
Messi es por antonomasia la estrella del fútbol en la era del internet
—marcó su primer gol para el Barcelona en 2005, el año en que YouTube
entró en línea—, pero su personaje nos remonta a un periodo anterior. Es
un embustero y un comediante, como una estrella del cine mudo de
antaño. Es pequeño y felino, con tan solo 1,70 metros de estatura, un
Charlie Chaplin ante el cautivador Rodolfo Valentino de Cristiano
Ronaldo. Muchos de sus grandes momentos se desarrollan como en una
comedia circense, en los que los defensas se caen de espaldas para
quedar tendidos sobre la cancha.
En
el mejor escenario posible, los deportes como el fútbol son los
proveedores más confiables de una marca de entretenimiento pasada de
moda en la era digital, del tipo que no tiene efectos especiales, en el
cual los seres humanos solo usan su vigor y sinapsis para entregar
emociones, acción y comedia. La picada de Messi en el partido contra el
Betis fue una escena cómica por derecho propio. En YouTube puedes
encontrar montajes en video de la secuela de la jugada: Messi y sus
compañeros de equipo celebran y ríen, el arquero López hace expresiones
como un exasperado personaje serio de vodevil, los narradores se diluyen
a carcajadas.
El
gol es una broma cósmica si es que alguna vez la hubo. Un hombre
pequeño hizo oscilar su pierna izquierda; un balón toma una trayectoria
hacia el cielo; el sentido común y las leyes de la naturaleza quedan
suspendidos. Ya te sabes el remate del chiste: la pelota caerá de nuevo a
la tierra, aterrizará —plaf— en el fondo de la red. Sin embargo, no
importa cuántas veces lo veas, el chiste sigue causando gracia.
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