Fuente: https://www.nytimes.com
Por: Matthew Futterman es un veterano periodista deportivo y autor de dos libros, Running to the Edge: A Band of Misfits and the Guru Who Unlocked the Secrets of Speed y Players: How Sports Became a Business. @mattfutterman
Cada cuatro años, las Olimpiadas le muestran al mundo el método más reciente de entrenamiento o recuperación que han usado los mejores atletas.
En 2016, muchos nadadores tenían marcas de círculos rojos en la piel a causa de la “terapia de ventosas”, una antigua práctica china que involucra succión en los músculos y tendones adoloridos.
Este año, parece que lo que está de moda son los torniquetes.
No, no hay un estallido de heridas. Sin embargo, el nadador estadounidense Michael Andrew usa bandas parecidas a torniquetes en la piscina de práctica. Galen Rupp, el defensor de la medalla de bronce en la maratón, a veces se amarra bandas similares en las piernas durante los entrenamientos.
Ellos son algunos de los atletas de élite que se han vuelto discípulos de una práctica conocida como restricción del flujo sanguíneo, que es exactamente como suena: cortar el flujo de sangre de ciertos músculos durante periodos limitados para mejorar los efectos del entrenamiento y estimular la recuperación.
La práctica se ha puesto en boga justo a tiempo para los Juegos Olímpicos de Tokio, y muchos piensan que es un reconocimiento al trabajo de Yoshiaki Sato, un exlevantador de pesas japonés que la desarrolló en 1966.
Durante la mayor parte de su vida adulta, Sato, de 73 años, ha perfeccionado y difundido esa técnica con la cual ha creado una pequeña fortuna al convertirse en una versión japonesa de Jack LaLanne. Sato ha creado una práctica y una serie de productos llamados Kaatsu que están orientados a la restricción del flujo sanguíneo. Sato sigue practicando la restricción del flujo sanguíneo todos los días y ahora está maravillado por la atención que está recibiendo.
“Siempre fue cuestión de tiempo”, dijo este mes en una entrevista desde su casa en Fuchu, un suburbio de Tokio. “Pero no pensé que tardaría tanto”.
En años recientes, la restricción del flujo sanguíneo ganó un importante defensor del otro lado del Pacífico con Jim Stray-Gundersen, un médico e investigador especializado en medicina deportiva que ha trabajado de cerca con las organizaciones olímpicas de Estados Unidos y Noruega.
En esencia, Stray-Gundersen creó la estrategia “vive alto, entrena bajo” del entrenamiento en altura, según la cual se les receta a los atletas dormir y vivir arriba de 2400 metros sobre el nivel del mar para aumentar la producción de los glóbulos rojos que transportan el oxígeno y luego bajar miles de metros a entrenar para no exigirle demasiado al cuerpo.
A inicios de la década pasada, Stray-Gundersen entrenó con Sato y se le llegó a conocer como el “maestro del Kaatsu” antes de que cada quien tomara su propio camino. Luego, en 2016, Stray-Gundersen creó sus métodos personales de restricción del flujo sanguíneo y una empresa llamada B Strong.
“Puedes tener los beneficios de nadar 10.000 metros nadando alrededor de 1000”, comentó recientemente.
Andrew, una estrella en ascenso de 22 años que nadará en tres eventos individuales y participará en los relevos en Tokio, mencionó que hace cinco años comenzó a experimentar con la restricción del flujo sanguíneo después de que Chris Morgan, un veterano entrenador de natación, lo animó a hacerlo.
Andrew a menudo se amarra las bandas en los brazos durante las carreras cortas de 25 metros e intenta lograr los mismos tiempos que cuando no las usa.
“Claro que es muy difícil”, dijo Andrew en una entrevista de este mes. “Pero estás simulando una sensación de dolor verdadero que engaña al cuerpo para que se regenere”.
El nadador entró en una pequeña relación de negocios con la empresa de Sato después de usar sus productos durante años (si un cliente usa el código de Andrew, Kaatsu dona el 20 por ciento de la venta al club de natación de Andrew).
Antes y después de entrenar y competir, Andrew se amarra un dispositivo en lo alto de cada pierna, luego aumenta y disminuye la tensión del torniquete en intervalos regulares —como un tensiómetro— para estimular el flujo sanguíneo y recuperarse. A veces, usa las bandas en la sala donde se preparan los nadadores antes de dirigirse al borde de la piscina para una carrera.
No todo el mundo se ha sumado a la tendencia. Dave Marsh, quien ha entrenado a varios nadadores para las Olimpiadas y está a cargo del equipo de Israel en Tokio, comentó que uno de sus atletas había usado la restricción del flujo sanguíneo para recuperarse y rehabilitarse de una lesión, pero que todavía no la recomendaría para entrenar.
“La primera labor de un entrenador es no hacer daño”, mencionó Marsh. “Desde mi punto de vista, con la restricción del flujo sanguíneo un atleta podría dar un paso hacia atrás”.
Cuando un colega le contó que la restricción del flujo sanguíneo les estaba ayudando a sus atletas a aumentar en dos semanas la masa muscular que normalmente aumentaban en seis, como cualquier buen científico del deporte, Stray-Gundersen quiso ver los datos. Resultó que había un artículo del año 2000 publicado en Journal of Applied Physiology, cuyos autores eran Sato y unos científicos de institutos de investigación de Japón.
En pocas palabras, según el artículo, la restricción del flujo sanguíneo provocaba una respuesta inmensa desde el cerebro para acelerar el proceso normal de reparación y reconstrucción del tejido dañado.
Cortar el flujo sanguíneo y luego dejarlo fluir puede estimular al cerebro para que use más poderes curadores de los que este normalmente pensaría que necesita.
Desde la publicación de ese estudio, varios investigadores independientes han confirmado los beneficios potenciales de la restricción del flujo sanguíneo durante el ejercicio. En la actualidad, Shawn M. Arent, presidente del Departamento de Ciencias del Ejercicio en la Universidad de Carolina del Sur, realiza un estudio sobre sus efectos para el Departamento de Defensa.
Arent comentó que las primeras tendencias sugerían que la práctica se podía usar de un modo más eficiente cuando los atletas quisieran bajar su carga de entrenamiento sin sacrificar el estado físico, ya fuera mientras se encuentran tranquilos antes de la competencia o, al final de una temporada, mientras se recuperan de una lesión.
“Es un buen suplemento para el entrenamiento; no es todo el entrenamiento”, agregó Arent. “Ofrece un estímulo psicológico cuando otras cosas pueden tener un alcance limitado”.
Sato dijo que descubrió accidentalmente los beneficios de la restricción del flujo sanguíneo hace más de 50 años, durante una ceremonia budista en un templo japonés que lo obligó a sentarse en el suelo en la posición seiza —rodillas dobladas con los talones bajo el trasero— durante largos períodos. Las pantorrillas y los dedos de los pies empezaron a sentir un cosquilleo, y al cabo de 45 minutos ya no podía soportar el dolor. Cuando se puso de pie, vio que sus pantorrillas se llenaban de sangre, y sus piernas se sentían como durante un entrenamiento.
Sato pensó que tal vez hubiera alguna conexión entre el corte del flujo sanguíneo a los músculos y el entrenamiento de los mismos. Empezó a atarse cinturones de karate y, más tarde, cámaras de aire de bicicleta alrededor de las piernas y realizó una serie de experimentos, comprobando cuánto crecía la circunferencia de sus muslos y pantorrillas incluso cuando realizaba menos repeticiones.
En 1973, Sato se rompió el tobillo mientras esquiaba y restringió el flujo sanguíneo a la zona durante la rehabilitación, dejando que entrara periódicamente. Una recuperación que los médicos le dijeron que podría durar cuatro meses tardó poco más de uno.
“Presión arriba, presión abajo”, dice. “Se entendieron los beneficios tanto para el entrenamiento como para la recuperación”.
Para alguien como Andrew, quien nada miles de metros al día; Rupp, cuyo régimen incluye más de 100 kilómetros por semana más entrenamiento de peso y trabajo de abdomen; el lanzador de los Mets de Nueva York Noah Syndergaard; la campeona esquiadora Mikaela Shiffrin o cualquier otro atleta de élite que haya empezado a incorporar la restricción del flujo sanguíneo, la técnica permite reducir la probabilidad de una lesión repetitiva por esfuerzo y acelerar el tiempo de recuperación.
Para Andrew, la parte más importante de la técnica podría ser la fe ciega que le tiene. Como lo sabe cualquier científico del deporte, los placebos a menudo pueden ser tan fuertes como una droga.
“Nadé algo así como 18 carreras en siete días en las pruebas y me sentí fresco”, mencionó Andrew. “Estoy seguro de que eso sucedió porque fui muy disciplinado con la recuperación. La usé todo el tiempo”.
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