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Hay pocas medidas en el cuidado de la salud que parezcan tener tanto peso como el índice de masa corporal, o IMC Lo encontramos no sólo en los consultorios, sino también en calculadoras en línea y balanzas inteligentes, en los gimnasios e incluso a la hora de determinar si una persona es elegible para la vacuna para la covid.
Su fórmula es sencilla: toma tu peso (en kilogramos) y divídelo por el cuadrado de tu altura (en metros). El resultado, que te clasifica en una de las cuatro categorías principales, pretende describir tu cuerpo en una o dos palabras: bajo peso (IMC inferior a 18,5), peso normal (de 18,5 a 24,9), sobrepeso (de 25,0 a 29,9) u obesidad (30 o más).
Muchos se sienten juzgados por estas categorías, dado que solo una cuarta parte de los adultos de Estados Unidos pueden considerarse “normales” en la escala del IMC. Pero tras hablar con una epidemióloga, dos médicos especializados en obesidad, una psicóloga de la salud y una socióloga, ninguno afirmó que el IMC fuera una medida muy útil para medir la salud de una persona. Y, de hecho, algunos dijeron que sí lo calificarían de estafa.
¿Para qué se usa el IMC?
Presentado en la década de 1830 por un estadístico belga que quería describir cuantitativamente al “hombre promedio”, el cálculo recibió el nombre de índice de masa corporal y fue popularizado en la década de 1970 por el fisiólogo de Minnesota Ancel Keys. Por aquel entonces, a Keys le irritaba que las compañías de seguros de vida calcularan la grasa corporal de las personas —y, por tanto, su riesgo de morir— comparando su peso con el peso medio de otras personas de su misma altura, edad y sexo. En un estudio realizado en 1972 con más de 7000 hombres sanos, en su mayoría de mediana edad, Keys y sus colegas demostraron que el índice de masa corporal era un indicador más preciso —y mucho más sencillo— de la grasa corporal que los métodos utilizados por la industria de seguros.
“Se trata de una herramienta muy útil en la investigación epidemiológica”, afirma JoAnn Manson, profesora de medicina de la Escuela de Medicina de Harvard. Las investigaciones han demostrado que, en grandes grupos de personas, un mayor índice de masa corporal se asocia generalmente a un mayor riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes de tipo 2 y algunos tipos de cáncer, dijo. En promedio, las personas con un índice de masa corporal más alto tienen más grasa corporal, por lo que puede ser útil para hacer un seguimiento de las tasas de obesidad, que casi se han triplicado en todo el mundo en las últimas décadas. También tiene una relación en forma de “J” con la mortalidad; los índices de masa corporal muy bajos y muy altos se asocian a un mayor riesgo de morir antes, mientras que el rango “normal” a “sobrepeso” se asocia a un menor riesgo de mortalidad.
Como descubrió Keys, el IMC también es fácil y barato de medir, por lo que todavía se utiliza en los estudios de investigación y en las consultas médicas.
¿Describe con precisión la salud individual?
Sin embargo, a pesar de su utilidad como herramienta de investigación, el índice de masa corporal es “bastante inútil cuando se analiza al individuo”, afirma Yoni Freedhoff, profesor asociado de medicina familiar de la Universidad de Ottawa.
El IMC no puede determinar, por ejemplo, qué porcentaje del peso de una persona procede de su grasa, sus músculos o sus huesos. Esto explica por qué los atletas musculosos suelen tener un IMC elevado a pesar de presentar poca grasa corporal. Además, a medida que la gente envejece, es habitual perder masa muscular y ósea pero ganar grasa abdominal, un cambio en la composición corporal que sería preocupante para la salud pero que podría pasar desapercibido si no cambiara el IMC de una persona, dijo Manson.
La medida también hace un mal trabajo para predecir la salud metabólica de una persona. En un estudio de 2016 sobre más de 40.000 adultos en Estados Unidos, los investigadores compararon el IMC de las personas con mediciones más específicas de su salud, como su resistencia a la insulina, los marcadores de inflamación y los niveles de presión arterial, triglicéridos, colesterol y glucosa. Casi la mitad de los que fueron clasificados como con sobrepeso y aproximadamente una cuarta parte de los clasificados como obesos estaban metabólicamente sanos según estas medidas. Por otro lado, el 31 por ciento de los que tenían un índice de masa corporal “normal” eran metabólicamente poco saludables.
El IMC puede “etiquetar a una enorme franja de nuestra población como algo aberrante a causa de su peso, aunque estén perfectamente sanas”, afirma A. Janet Tomiyama, autora principal del estudio y profesora asociada de psicología de la salud en la Universidad de California en Los Ángeles.
Otro problema del IMC es que se desarrolló y validó sobre todo en hombres blancos, dijo Sabrina Strings, profesora asociada de sociología de la Universidad de California en Irvine. Pero la composición corporal y su relación con la salud pueden variar en función del sexo, la raza y la etnia. “Las mujeres y las personas de color no están representadas en gran medida en muchos de estos datos”, dijo Strings. “Sin embargo, se usan para crear un estándar universal”
¿El IMC puede ser perjudicial?
Puede serlo si se utiliza para establecer metas arbitrarias. Rekha Kumar, profesora asociada de medicina clínica en el Weill Cornell Medical College, dijo que algunos pacientes que han perdido peso y han alcanzado lo que ella considera su “peso saludable y feliz”, pero que todavía tienen un IMC alto, pueden sentir que tienen que bajar más kilos innecesariamente o de forma poco realista para ser considerados normales en la báscula.
También puede ser perjudicial que el médico dé por sentado que una persona con un índice de masa corporal normal está sana y no la interrogue sobre los hábitos potencialmente dañinos que pueda tener, como seguir una dieta inadecuada o no hacer suficiente actividad física, señala Freedhoff. Y si los médicos de los pacientes con índices de masa corporal más elevados se centran únicamente en el peso como causa de los problemas de salud que puedan tener, pueden pasar por alto diagnósticos más importantes y correr el riesgo de estigmatizar a los pacientes.
Hay muchas pruebas de que el estigma del peso es perjudicial, dijo Tomiyama. Las investigaciones han demostrado que los prejuicios contra la gordura son habituales entre los médicos, lo que puede dar lugar a una atención de menor calidad y hacer que los pacientes eviten o retrasen la atención médica. Las personas que se han sentido discriminadas por su peso también tienen 2,5 veces más probabilidades de sufrir trastornos del estado de ánimo o de ansiedad, y son más propensas a engordar y a tener una menor esperanza de vida.
“Se puede ver una situación en la que este hiperenfoque en el índice de masa corporal, y en que hay IMC permitidos y no permitidos, podría ser altamente estigmatizante”, dijo Tomiyama. “Y ese estigma, a su vez, irónicamente, podría estar impulsando futuros aumentos de peso”.
Strings dijo que esta carga puede recaer de forma desproporcionada en los estadounidenses negros, que como grupo tienden a tener IMC más altos que los estadounidenses blancos, especialmente entre las mujeres negras. Sin embargo, las pruebas sugieren que tener un índice de masa corporal más alto no está tan claramente relacionado con una muerte más temprana en los estadounidenses negros. Si los médicos solo se enfocan en el índice de masa corporal, dijo Strings, es más probable que culpen de los problemas de salud de sus pacientes a su IMC o que aconsejen a sus pacientes negros que pierdan peso.
En su propia investigación, Strings ha rastreado los orígenes de la gordofobia en el mundo occidental hasta la época de la esclavitud, cuando las mujeres negras eran “consideradas excesivamente corpulentas”, dijo, como una forma de posicionarlas como inferiores a las mujeres blancas.
Strings argumentó que centrarse en el índice de masa corporal como medida de la salud solo distrae de la labor más importante de abordar los factores estructurales que conducen a la mala salud, como “la pobreza, el racismo, la falta de acceso a frutas y verduras saludables” y las toxinas ambientales, dijo. “Pero en lugar de eso, seguimos queriendo vilipendiar a los gordos”.
Si el IMC no es importante para controlar la salud, ¿qué sí funciona?
Si te preocupa tu peso, una forma más directa y relevante de medir la grasa corporal potencialmente no saludable es medir la circunferencia de tu cintura, dijo Manson. Así se calcula la grasa abdominal, que se encuentra en la profundidad del abdomen y se acumula alrededor de los órganos vitales. En exceso, puede aumentar el riesgo de ciertas condiciones relacionadas con la obesidad, como la diabetes de tipo 2, la hipertensión arterial y las enfermedades coronarias. También es más perjudicial que la grasa subcutánea, la grasa blanda que se puede pellizcar con los dedos y que se encuentra en una capa justo debajo de la piel.
Pero en la clínica de control de peso de Freedhoff, él y su equipo no establecen objetivos para los pacientes en torno al IMC, el peso o el perímetro de la cintura. “Hablamos de lo que llamamos ‘el mejor peso’, que es el peso que una persona alcanza cuando vive la vida más saludable que puede disfrutar”, dijo. Si el peso de un paciente afecta negativamente a su salud o a su calidad de vida, Freedhoff y sus colegas explorarán estrategias de pérdida de peso que incluyan cambios en el estilo de vida, medicación o, en algunos casos, cirugía. Pero si no es así, Freedhoff dice a los pacientes que puede que ya estén en su peso saludable, independientemente de su IMC.
En lugar de centrarse en el tamaño del cuerpo como indicador de la salud, Tomiyama dijo que los resultados de la glucosa en sangre, los triglicéridos y la presión arterial pueden ser mejores formas de observar tu bienestar. También es importante cómo te sientes en tu cuerpo, dijo. “¿Puedes subir un tramo de escaleras y sentirte bien después? ¿Cómo logras vivir tu vida en el cuerpo que tienes?”, dijo.
Si buscas mejorar tu salud, prioriza los comportamientos que están más bajo tu control que tu índice de masa corporal, dijo Tomiyama, como “dormir mejor, hacer más ejercicio, controlar el estrés y comer más frutas y verduras”.
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