Fuente: https://www.nytimes.com
Por: Damon Beres (@dlberes). Es un periodista especializado en los efectos de la tecnología en las personas y el planeta. Cofundó la publicación OneZero en Medium.
Dentro de unos años, ¿qué criaturas digerirán las nuevas iPad y los nuevos AirTags que Apple anunció el martes? ¿Qué suelo absorberá sus metales?
Los dispositivos brillantes de hoy serán la basura de mañana. Mientras le echas un vistazo a esa tableta de remplazo, considera que el año pasado Apple fabricó tantas iPad que, si las hubieran acostado y apilado todas, tendrían una altura de 862 edificios Empire State. Luego piensa que cualquiera de tus iPad antiguas se está pudriendo en algún lugar desconocido en este momento.
Los fabricantes no hablan mucho sobre esta rotación cuando anuncian las grandes novedades que remplazarán tu antigüedad que sirve casi igual. Todo esto está hecho a propósito. Hay un término para nombrarlo: obsolescencia programada, o diseñar un producto con una vida útil limitada de manera intencional. ¿Alguna vez has intentado reparar tu televisor?
Cada año, Apple, Samsung, Sony y otros fabricantes de aparatos electrónicos con tecnología de punta lanzan olas de nuevos equipos aunque la marea de pantallas y circuitos nos esté sepultando debajo de dispositivos desechados.
Ahora, hay un movimiento en marcha para cambiar ese enfoque.
Este año, el gobierno francés comenzó a exigirles a los fabricantes de dispositivos tecnológicos que incluyeran un “indice de réparabilité”, un puntaje de reparabilidad, en las páginas de los productos para artículos como el iPhone y la MacBook. Si un dispositivo puede ser reparado, entonces, se le puede extender la vida útil, gracias a lo cual los consumidores ahorrarán dinero y el planeta no tendrá la carga de tantos dispositivos basura. Ningún iPhone ni MacBook superó el 7, con el 10 como calificación máxima, por lo tanto la empresa sería “un estudiante mediocre como mucho”, hizo notar el sitio web Grist. A otros fabricantes como Microsoft y Samsung les fue más o menos igual. Los consumidores, equipados con este conocimiento, pueden tomar mejores decisiones en torno a los productos que compran. Si no se venden los dispositivos que no se pueden reparar, los fabricantes cambiarán de rumbo.
Cada año, son desechados unos 59 millones de toneladas de viejos televisores, computadoras, monitores, teléfonos inteligentes, lavadoras y otros dispositivos electrónicos. Este desperdicio es peligroso. Las baterías explotan en las instalaciones de reciclado. Las sustancias tóxicas como el mercurio se filtran al suelo y las aguas freáticas y se propagan en el aire. Fabricar pantallas planas agrega gases de efecto invernadero a la atmósfera. Necesitamos que las empresas tecnológicas como Apple —tan progresista en tantos campos— encabecen el ataque para resolver este problema. Si no lo hacen, los gobiernos deben obligarlas.
Francia no está interviniendo sola en este desastre. El movimiento también existe en Estados Unidos. Más de una decena de estados están considerando una supuesta legislación a favor del derecho a reparar, una extraña inquietud bipartidista centrada en la idea de que los fabricantes no deberían restringir el acceso a la información ni las partes que les permitirían a los talleres independientes reparar los dispositivos descompuestos.
El 5 de mayo, la asambleísta del estado de Nueva York Patricia Fahy organizará un foro abierto virtual sobre el tema. La entrada está abierta al público. Y se espera que la Comisión Federal de Comercio divulgue un informe, que se ha tardado mucho en publicar, sobre las restricciones de las reparaciones en la tecnología para el consumidor, el cual podría allanar el camino para una iniciativa de mayor envergadura del gobierno del presidente estadounidense, Joe Biden.
La reparabilidad es un camino infalible hacia la longevidad. Los artículos se convierten en desperdicio cuando ya no son útiles. Algunas veces es simplemente la marcha del progreso. En otras ocasiones, es mucho más difícil entender la justificación, como cuando, casi de la noche a la mañana, un altavoz de Sonos ya no tiene acceso a las actualizaciones del software.
Aunque las empresas tecnológicas a menudo hablan de sustentabilidad, muchas cabildean en contra de la legislación para las reparaciones, pues temen que les relaje el control que ejercen y que consumirá sus ganancias. Esto puede producir una especie de disonancia cognitiva.
El informe ambiental anual de Apple, publicado este mes, asegura que la empresa tiene un compromiso con la longevidad y la sustentabilidad de los dispositivos. También habla del lápiz óptico Apple Pencil como si tuviera secretos perdidos en algún fragmento de la piedra de Rosetta. La empresa está “diseñando, desarrollando y probando otras herramientas de desmontado, entre ellas nuevos métodos para recuperar materiales del Apple Pencil”, dice, como si los métodos solo pudieran ser de ingeniería inversa y no pudieran ser integrados desde la primera etapa de diseño.
En pocas palabras, ahí está el problema: la sustentabilidad importa, pero, para estas empresas, parece que un diseño comercializable importa más. Los consumidores son presionados a mejorar sus dispositivos cada año. Más de 1000 millones de teléfonos inteligentes fueron enviados en 2020, y fue un año flojo debido a la pandemia de la COVID-19.
Los fabricantes deben hacer mejor las cosas. Sus dispositivos deben ser reparables para todas las actualizaciones de software y ser compatibles con todas ellas el mayor tiempo posible y no ser obsoletas artificialmente. Los consumidores deberían apoyar la legislación para el derecho a las reparaciones. Compra lo que quieras, ya sea un refrigerador sofisticado o un teléfono inteligente —nadie está cambiando el mundo al tener un año más un iPhone 7—, pero aprende a hacer tres preguntas sencillas cuando compres: “¿Cuánto me durará?”, “¿Cómo lo repararé cuando se descomponga?” y “¿Cómo lo reciclo cuando necesite un dispositivo nuevo?”. Comprométete y arregla tu dispositivo o llévalo a un reciclador de confianza cuando llegue el momento (los empleados en las tiendas de Apple te pueden ayudar con este paso, por ejemplo).
En este mundo, los daños son una certeza. Sin embargo, no podemos dejar las cosas descompuestas: un problema que hayamos creado es un problema que tiene solución.
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