viernes, 19 de abril de 2019

Los goles de Messi han cambiado nuestra manera de ver deportes





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No falta contenido de Lionel Messi en internet. El futbolista superestrella de 31 años es una de los términos más buscados en Google, según encuestas; es uno de los pocos seres humanos en tener un lugar entre palabras clave perenes como “Facebook”, “clima” y “porno gratis”. De acuerdo con un cálculo, realizado en 2015, de las personas más buscadas en Google en cada nación del planeta, Messi empató con Kim Kardashian con la mayor cantidad de números uno, pues tiene un alcance mundial que se extiende desde su natal Argentina hasta Haití, Turkmenistán, Senegal y otros veintidós países.

Messi también es una de las estrellas de videos virales más preeminentes del mundo. Una infinidad de videos documentan la “magia de Messi”, un estilo de juego de una genialidad casi indecorosa. En las redes sociales, los usuarios comparten videos de pases que Messi escurre por espacios improbables, disparos en tirabuzón que superan a arqueros en su máxima extensión, dribles a toda velocidad para eludir defensas como una liebre que se pasea por hileras de perezosos.

Si escribes “Messi” en un campo de búsqueda de YouTube, encontrarás cientos de compilaciones de las mejores jugadas con títulos grandilocuentes: “Lionel Messi ve cosas que ni siquiera hemos considerado”, “Lionel Messi: un dios entre los hombres”, “Lionel Messi: extraterrestre”. El fútbol parecería lo opuesto de la cultura de las mejores jugadas. Sin embargo, los videos virales están alterando nuestra percepción de su historia.

Así que no causó mucha sorpresa que, el 17 de marzo, el internet quedara cautivado por un gol de Messi. Cayó en el minuto 85 de una victoria de 4-1 a favor del FC Barcelona sobre el Real Betis, equipo con sede en Sevilla. Messi tomó el balón a unos veinte metros de la meta del Betis, dio un pase a su compañero de equipo Ivan Rakitić y voló hacia adelante para que le regresara el pase. El gol que vino a continuación fue confeccionado con tanta facilidad, con tal subestimación, que en el momento fue difícil de procesar. Messi pateó el balón de lleno, pero con una delicadeza impactante, para picarlo de tal forma que hizo una curva que cruzó el área con elegancia. La bola se alejó del alcance del arquero, Pau López, raspó la parte inferior del travesaño y cayó dentro del arco. Messi realizó su disparo desde una posición diagonal a más de dieciocho metros de distancia, pero no fue el tiro punzante que por lo general se requiere para marcar desde ese sitio. La trayectoria del balón fue lánguida y de ensueño, como una gaviota que planea en la brisa marina.

Messi ya había anotado dos veces en el partido. No obstante, la belleza y la insolencia de este gol —según algunas cuentas, el número 656 de la carrera profesional de Messi— les quedaron claras a todos. Los aficionados del Betis se pusieron de pie para aplaudir a su torturador. Los comentaristas se volcaron con metáforas celestiales. En ESPN.com el periodista Musa Okwonga escribió que “el balón, con la certeza gloriosa de nuestro sol y su lenta agonía, subió y cayó”. Las exultaciones más descabelladas vinieron del operístico comentarista de la televisión inglesa Ray Hudson, quien dio rienda suelta a un torrente de metáforas mezcladas. “¡El genio asombroso de Lionel Messi!”, gritó, durante una transmisión en vivo en la red beIN SPORTS. “¡Este futbolista milagroso, este halo de futbolista!… Tiene que resolver una ecuación algebraica en el abrir y cerrar de los ojos de un bebé, ¡y lo hace de una manera simplemente poética!”.

Hudson dio en el clavo al mencionar el álgebra y la poesía. La grandeza de Messi yace tanto en su mente como en su cuerpo. Al ver las repeticiones del gol, lo maravilloso gira, sobre todo, en torno a la audacia de la idea que tuvo Messi. ¿Una picadita? ¿Desde esa distancia, con ese ángulo, en ese momento frenético de una jugada a campo abierto? Es una locura, la fantasía de un loco que florece, con cada repetición en cámara lenta, para convertirse en un hecho asombroso. Messi vio algo que ni siquiera habíamos considerado.

Ese video viral es testimonio del talento sobrenatural de Messi. También es un recordatorio de que los videos en línea están cambiando la manera en que consumimos y conceptualizamos los deportes. Hace décadas, la cultura de “las mejores jugadas” ya estaba transformando los pasatiempos en Estados Unidos. El declive del béisbol pausado, la predominancia de la estrambótica NBA, los cambios en las reglas que han producido una explosión ofensiva en la NFL… Estos acontecimientos recibieron impulso, en gran medida, del ascenso de SportsCenter de ESPN y la primacía de los videos. Sin embargo, en los viejos tiempos solo se apartaba un momento para ver esos paquetes de las mejores jugadas, pues solo estaban disponibles en transmisiones nocturnas. En la actualidad, las mejores jugadas se propagan por toda la red en segundos, mutan en memes y convierten a los atletas estrellas en marcas visuales.

No hay que ser purista para preguntarse cómo ese ecosistema de medios está afectando nuestra tolerancia hacia los ritmos naturales y capítulos farragosos de los deportes, esos largos periodos de juego con las “no tan mejores jugadas” que solo se interrumpen ocasionalmente por momentos llenos de emoción.

El fútbol es un juego sutil; en general, es difícil que haya goles. Parece ser uno de los deportes más importantes del mundo que más se opone a la cultura de las mejores jugadas (a pesar de todos esos momentos mágicos de Messi, la esencia de su grandeza podría recaer en maniobras no telegénicas sin la pelota, los movimientos cautelosos que la posicionan en lugares donde puede hacer erupción). No obstante, los videos virales están alterando nuestra visión de la historia del fútbol. Los aficionados de la actualidad comparan videos mientras debaten sin fin sobre el estatus del “más grande de todos los tiempos” entre Messi y su archirrival, el delantero portugués Cristiano Ronaldo.

Los mejores jugadores de todos los tiempos de épocas anteriores —como Pelé, Cruyff y Maradona— se desvanecen al fondo: tuvieron la mala fortuna de jugar en un momento en el que no quedaban registradas en video todas las hazañas de los futbolistas. Si las hazañas de un jugador no están en YouTube, queda expuesto a perder su lugar en la historiografía.

Sin embargo, para el aficionado al fútbol del siglo XXI el video en línea es una bendición: la única manera concebible de seguirle el paso al máximo deporte a nivel mundial. Con un teléfono celular y una fuente de redes sociales bien organizada, ahora es posible seguir partidos grandiosos en cinco continentes distintos, casi todos los días, en tiempo real.

En cuanto a Messi: hay pocas otras maneras más agradables de matar un par de horas que entrecerrar los ojos para ver una pantalla de cristal líquido y luego abrirlos por completo ante títulos como “Lionel Messi humilla a jugadores dos o más veces en la misma jugada”. Messi es por antonomasia la estrella del fútbol en la era del internet —marcó su primer gol para el Barcelona en 2005, el año en que YouTube entró en línea—, pero su personaje nos remonta a un periodo anterior. Es un embustero y un comediante, como una estrella del cine mudo de antaño. Es pequeño y felino, con tan solo 1,70 metros de estatura, un Charlie Chaplin ante el cautivador Rodolfo Valentino de Cristiano Ronaldo. Muchos de sus grandes momentos se desarrollan como en una comedia circense, en los que los defensas se caen de espaldas para quedar tendidos sobre la cancha.

En el mejor escenario posible, los deportes como el fútbol son los proveedores más confiables de una marca de entretenimiento pasada de moda en la era digital, del tipo que no tiene efectos especiales, en el cual los seres humanos solo usan su vigor y sinapsis para entregar emociones, acción y comedia. La picada de Messi en el partido contra el Betis fue una escena cómica por derecho propio. En YouTube puedes encontrar montajes en video de la secuela de la jugada: Messi y sus compañeros de equipo celebran y ríen, el arquero López hace expresiones como un exasperado personaje serio de vodevil, los narradores se diluyen a carcajadas.

El gol es una broma cósmica si es que alguna vez la hubo. Un hombre pequeño hizo oscilar su pierna izquierda; un balón toma una trayectoria hacia el cielo; el sentido común y las leyes de la naturaleza quedan suspendidos. Ya te sabes el remate del chiste: la pelota caerá de nuevo a la tierra, aterrizará —plaf— en el fondo de la red. Sin embargo, no importa cuántas veces lo veas, el chiste sigue causando gracia.

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